Hablar
de los sentidos en marketing o en publicidad parece algo implicado de manera
automática.
Cuán ilógico sería decir que los sentidos han sido excluidos de
estos mundos o de la manera en cómo se trabaja en ellos. Sí, los sentidos son
primordiales, ¿pero acaso son bien explotados?
¿En qué se basa nuestra
percepción? ¿En qué se basan nuestros gustos? ¿En qué se basan nuestros
placeres? Ciertamente, en muchas cosas. En una gran cantidad de cuestiones que
al conjuntarlas se vuelven parte de un “todo” necesario para definir nuestro
perfil, para definir nuestro rumbo, para definir nuestras preferencias y para
definir una diversidad de aspectos que estarán presentes a lo largo de nuestra
estancia en este mundo.
El porqué de muchas situaciones que conciernen en nuestro ser,
probablemente, serán inexplicables a lo largo de nuestra vida. No obstante,
tendrán un fundamento relacionado, sobre todo, en cómo nos desempeñamos a edad
temprana y, primordialmente, en cómo se fueron desarrollando –mucho o poco–
nuestros sentidos en ese momento.
Ya fuere por elementos propios del entorno que definen por qué
somos compatibles con algunas cosas y, por el contrario, rechazamos otras.
O bien, por mero empirismo, que será el encargado de decidir cómo son las
cosas y de qué manera tienen que ser para funcionar, los sentidos se habrán
encargado de mucho… de todo, más bien. Por eso, el exentar la gran necesidad
que representa tomarlos en cuenta, es algo que debería preocupar.

Simples preguntas y respuestas que ejemplifican lo trascendente
del marketing sensorial: la mercadotecnia preocupada por satisfacer los
sentidos del consumidor. La nueva tendencia que hace que el producto se adapte
a lo que el consumidor quiere, no al revés.
Qué importantes son los sentidos en el marketing. El éxito de un
producto que no se preocupe por cómo puede ser etiquetado según sus
características reflejadas en los sentidos del consumidor, será tan aleatorio
como lanzar una moneda al aire.
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